miércoles, abril 25, 2012

100


En orden cronológico:

Caminando de su mano hasta el mercado. Jugando en el patio de su casa mientras ella cocina y escucha  ”Radio Aaaa… Iiii…” Viendo las fotos que guarda en una cajita de madera laqueada dentro de su ropero. Su vestido estampado con recortes de periódico. De compras con ella en El Puerto de Liverpool. Escapándome al interior de la panadería mientras ella paga el pan (el panadero aun recuerda esa práctica repetida por varios más). Recogiéndome a media mañana en el negocio de mi Papá. Permitiéndome tomar una pieza de pan (picones de El Cisne) de la puerta izquierda del mueble del antiguo comedor. Cuidándome mientras mi Mamá esta en el hospital. Regalándome una pijama con estampado de astronautas.  Trayendo para mi un paquete de buzos de juguete desde La Paz, B.C. Atando a mi mano un hilo rojo, diciéndome que pidiera algo que deseara mucho (¡¡y resulto!!). Riendo mientras mi Abuelito me metía por una angosta ventana para abrir la habitación del hotel, cuya llave dejamos dentro. Sentada junto a mí en un prado en el mismo hotel, viendo correr un rio. Invocando santos a discreción mientras mi Abuelito maneja aymujernovoytanrapido en una carretera sinuosa rumbo a Villa del Carbón. Ayudándome a bordar un trabajo escolar. En el festejo de los 50 años de su boda… ella emocionada, yo pregunto: ”¿que sientes?... Cosquillitas en los dientes”, contesta ella. Dedicada y solidaria durante las largas y penosas enfermedades de sus 2 hermanos. Diciéndome adiós con la mano mientras yo camino con mi Abuelito rumbo a su negocio. Sirviéndome un gran vaso de leche al llegar de la escuela. Cenando con ella y mi Abuelito sobre una mesa portátil de madera mientras vemos televisión. Preparando huevo con frijoles para mi después de llegar por la noche a dormir a su casa. Regañándome por no ir a la escuela. Regañándome por salir a buscar un asaltante. Sus ojos bajos y tristes durante el año nuevo 1992. Sus palabras premonitorias como bendición: “Yo sé que te voy a oír en el radio…” El buen recibimiento para quienes llegaron conmigo. El cariño para mi negrito. Las horas largas y densas de enfermedad. Las platicas increíbles, detalladas y precisas sobre su propia historia. “La Raza de Bronce” de Amado Nervo manuscrita por ella en 1931 con caligrafía digna de un museo, junto con uno de sus cuadernos escolares, que un día, sin decir mas que “te voy a dar algo”, me entrego. Las pertenencias de mi Abuelito que, de cuando en cuando, me iba regalando. Los últimos años de enfermedades y melancolías. Muy poco antes del fin, una tarde de domingo me arrodille para saludarla; por respuesta, con ojos húmedos y sus manos suaves como siempre, no dijo nada; me tomo por la cabeza y me dio un beso en medio de los ojos. Luego un abrazo. Finalmente, sus ojos cerrados con expresión de tranquilidad.

Así, indeleble, es la memoria de los 37 años que compartí, de los 97 que a ella le tocaron. Y lo aquí escrito es solo una parte.

Hoy (abril 25) cumpliría 100. No me alcanzaran otros 100 para extrañarla.

Te quiero Lichita. Felices 100. Saludos a todos los que ya están por allá.

R.

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