miércoles, enero 25, 2012

LA NOCHE DEL LUNES

Igual que hace mas o menos 28 años, entre, observe, dije alguna frase de cortesía, me quite los zapatos y camine al centro del área de entrenamiento. Igual que hace 28 años, los ahí presentes me vieron, indiferentes, y continuaron en lo suyo. Igual que hace 28 años, al poner el pie descalzo ahí, sentí algo que en ese tiempo no supe que era, pero que no se iguala a otra sensacion. Una diferencia básica: en aquel entonces llegue a ese sitio envuelto en aquel traje negro que me quedaba grande y con una enorme prisa por aprender, llevando solo 12 frescos años conmigo. Anude - mal - sobre la cintura el tramo de tela blanca de algodón que indicaba mi novatez y me dispuse a retener en mi mente todo lo que el hombre de negro, imponente, hacia frente a mi. En esta ocasión, llegue envuelto en otro traje negro (4 tallas mas grande que aquel) que se ajusta incómodamente sobre mis 39 descuidados cumpleaños, anude con destreza casi de acto reflejo el tramo de tela negra satinada que indica... (¿que indica?) con menos prisa y mas paciencia para aprender, pero con la misma disposición para retener en la mente todo lo que el hombre de negro, viejo amigo de estos menesteres, haría frente a mi. Vino entonces el formalismo: este es el profesor fulano de tal, venido de la prehistoria de lo que ustedes hacen ahora. Nos conocimos así, dijo el hombre de negro haciendo la señal que indica baja estatura.

Haciendo enormes esfuerzos para respirar, sintiendo que el corazón saldría rebotando de mi cuerpo - no se si por la hipertensión o por la hiperemocion - y maldiciendo por las facultades que los años se llevaron, pero aun así en mejores condiciones de lo que yo creía, logre terminar, exhausto, esta nueva primera sesión de entrenamiento.

Así viví mi retorno al peculiar modo de encontrarme conmigo mismo que descubriera aquella mañana soleada de 1984. Mientras corría, golpeaba, saltaba pateaba y me asfixiaba, pasaron por mi mente una cantidad incalculable de escenas, personas, momentos, situaciones, enseñanzas, vivencias y recuerdos que en todo este tiempo, me ha dejado la practica del arte marcial.

Que tiene de especial? todo ese cumulo de cosas, marcaron de forma indeleble mi vida. Las cosas aparentemente simples que ahí aprendí se transpolaron con los años a otras áreas de mi existencia, resultando en una - a veces inentendible - tenacidad (terquedad) para lograr lo que sea necesario lograr, y, aun mas útil, para no quedarse tirado lamentando la suerte después de una caída, coloquial y textualmente hablando. Tal vez esta no sera una nueva etapa de adrenalina, trofeos, medallas y ajetreo, pero si una gran oportunidad de saborear con gran satisfacción lo que todo esto me ha dado. Por si fuera poco, implica reencuentro con personas muy, muy estimadas por mi.

Cierto; hace tiempo yo mismo di por concluida esa parte de mi historia. Pero cuando a algo se le dedica tiempo, esfuerzos y cariño durante años, y se adereza con una enorme dosis de pasión, ese algo cobra vida propia, exige atención, tiempo y amor.

Y un Cinturón Negro de Limalama que se precie de serlo, siempre responderá a la altura de las circunstancias.

*A la querida y extrañadisima memoria de mi amigo insustituible, Jesús Rodriguez Tapia.

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